Cuenta una
leyenda, que había un lugar donde todos sus habitantes tenían que mantener una
intensa lucha con un caballero cuyo rostro se desconocía, pues estaba oculto
por una armadura. Nadie había
sobrevivido al encuentro con este misterioso ser. Pero este ser no mataba a
aquellos con los que se enfrentaba, sino que les volvía locos. Seguían
viviendo, pero desde que se habían enfrentado al caballero de la armadura,
vivían una vida de sufrimiento y agonía.
Contaban
que había algunos que habían logrado vencer al malvado desconocido, pero nunca
se había conocido a nadie, incluso algunos que parecían no estar envueltos en
el embrujo de sufrimiento que se padecía al no vencer al desconocido caballero
de la armadura, al final acababan por sucumbir. Antes de
enfrentarse al misterioso ser, iban a un lugar donde podían escoger una entre
las innumerables armas que allí había. Se podían contemplar grandes y fuertes
armaduras, para así aguantar los ataques del misterioso ser. También afiladas
espadas o precisos arcos con infinitas flechas. Había infinidad de armas en
aquel lugar, donde todos, antes de enfrentarse a aquel caballero desconocido,
iban para armarse. Un día
cualquiera, llegó el turno de un habitante de aquel lugar. Se dirigió a aquel
lugar recóndito y oculto, para así elegir el arma con el que enfrentarse a
aquel malvado caballero. Hacía unos
días, el joven supo que el momento del enfrentamiento se acercaba, así que fue
a ver a un hombre que decían que había logrado superar con éxito el
enfrentamiento con el caballero de la armadura. Al llegar
donde supuestamente estaba aquel hombre, uno de los pocos que habían logrado
vencer al misterioso ser y vivir sin el sufrimiento que produce la derrota ante
tan temido individuo, se llevó una sorpresa.
Ante él no
vio a un fuerte soldado, como pensaba. Tampoco vio a un hombre rico, que con su
dinero habría podido sobornar al misterioso ser, como había imaginado. Vio a un
hombre que tranquilamente regaba unas lindas flores. Se
acercó a él y le preguntó por el hombre a quien cuidaba las flores, esperando
que este le llevase ante su soberano, quien debía ser un rey, alguien muy
fuerte o un poderoso mago. Le dijo que allí no había nadie, que sólo estaba él. El
joven no se lo creía, pensaba que era imposible que alguien como aquel hombre
hubiera salido impune de tan fatídico encuentro con aquel ser. Aquel
hombre ni siquiera vivía en unas lejanas tierras, donde poder alejarse lo más
posible del sufrimiento de la gente que no había logrado vencer al caballero
oculto de la armadura. Vivía cerca de la gente, del sufrimiento, pero ¿tal vez
habría sido capaz, sin necesidad de dinero, fuerza o magia, vencer a tan duro
adversario?
Aquel
hombre le dijo al joven, que en el lugar oculto donde se escoge el arma para
enfrentarse a tan duro rival, estaba el arma más poderosa jamás creada, con la
que él había logrado vencer al misterioso ser. Le recordó que tenía que elegir
bien, ya que tan sólo podría elegir una, y que no se dejara llevar por la
obviedad ni por lo que él creía, que mirará un poco más allá, que observara más
profundamente. Le dijo que aquella arma era invencible. Que la
utilización de esa arma podía curar y que podía ayudar tanto al que la empuña
como a quienes va dirigida.
Sin
saber muy bien a que se refería aquel extraño hombre, sin encontrar mucho
sentido a aquellas extrañas palabras, se dirigió al lugar donde podría armarse
y así enfrentarse al enemigo más duro con el que jamás nadie se había
enfrentado. Un enemigo casi invicto, un enemigo que casi siempre ganaba a sus
adversarios y que les cambiaba de tal manera, que les dejaba viviendo en un
constante sufrimiento.
Una
vez llegado a aquel lugar, echó un vistazo a su alrededor. Vio lo que tantos ya
habían visto anteriormente. Observó una espada, con la que pensó que tendría
muchas opciones de ganar tan dura batalla, pero entonces recordó las palabras
del extraño hombre que había vencido al ser de la armadura. Las palabras de
aquel hombre resonaron en su mente con gran claridad, le había dicho:
“que no se dejara llevar por la obviedad ni por lo que él creía, que mirará un poco más allá, que observara más profundamente. Le dijo que aquella arma era invencible. Que la utilización de esa arma podía curar y que podía ayudar tanto al que la empuña como a quienes va dirigida”.
Tras recordar las palabras del hombre, entendió que la espada no era el arma con la cual podría batir a su oponente. Siguió
mirando. Vio un hacha, un llamativo arco con sus respectivas flechas, una
ballesta, un cuchillo, y así infinidad de armas que no se acercaban a la
definición que aquel hombre le había hecho sobre el arma a elegir.
Estuvo
un rato allí observando, y llegó un momento en el que aceptó que no entendía
nada, que no sabía que arma elegir ni a que arma se refería el hombre que había
conocido regando unas plantas. En
ese momento, giró la cabeza para volver a ver a aquellas armas, y entonces
llevó a la práctica aquellas palabras que el misterioso jardinero le había
dicho. No se dejó llevar por lo que él creía ni por la obviedad, y mirando más
profundamente, ocurrió.
Con
tremendo júbilo se acercó a aquella arma, el arma con la que vencería al
misterioso ser, y la cogió con sus dos manos.Tras salir
del recóndito lugar, con el arma entre sus manos, vio como se acercaba hacía
él, con paso firme y decidido, aquel ser cuyo rostro se ocultaba tras una
armadura. El ser
se acercó hacía el joven, y con una inmensa espada en sus manos, se preparó
para atacarle. Cuando estuvo cerca de él, el joven estiro ambas manos, donde
sujetaba el arma más infalible jamás creada. La
armadura del aquel ser se empezó a caer, pieza a pieza, hasta que por fin se
pudo observar su rostro. Para sorpresa e incredulidad del joven, aquel ser
tenía su misma cara.
-Me
has vencido –le dijo aquel ser-. Has utilizado el arma más poderosa e
infalible. Con ella, eres invencible y poderoso.
Aquel ser
desapareció, y nunca le volvió a molestar. Escuchó que muchos otros seguían
enfrentándose a aquel misterioso ser, que seguían perdiendo ante él. Al no
entenderlo muy bien, se dirigió al hombre que conoció antes de haberse
enfrentado al ser, el extraño jardinero.
Una vez
allí, se acercó a él, y el hombre le dijo:
- Así que le has vencido, me alegro por tí.
- Sí, aunque no entiendo algunas cosas que han ocurrido –dijo el joven esperando ayuda.
- No has de intentar entender nada. Es precisamente cuando aceptas tu limitación, cuando entiendes que no entiendes nada, cuando sabes que lo que se considera obvio no lo es, cuando irás teniendo la capacidad para ver más profundamente. El gran enemigo es la falsa identificación con uno mismo. Es en ese momento cuando irás viendo con más claridad, y es entonces cuando sabrás, que el arma más poderosa no es una espada, un hacha o un arco, el arma más poderosa y con la que siempre vencerás y ayudarás a los demás y a ti mismo, es el Amor.
El joven
entonces abrió las manos y le ofreció a aquel hombre el arma con la que venció
al más terrible oponente, una simple pero bella flor, representación del Amor. Así que
tenlo siempre en cuenta, que las palabras de odio, de culpa, de ira, no te
hacen más fuerte, sino que siguen alimentando al misterioso ser de la armadura
con el que te tendrás que batir en duelo, ese es la falsa identificación con lo
que crees que eres.
Ten también
presente, que has de vivir con aceptación, y que nada es tan obvio como la
mente hace creer, y que jamás entenderás nada desde ella. También que
no hay que alejarse del mundo, sino estar en él sin que él esté en tí. Nada del
exterior ha de alterar tu profundo estado de Paz, de modo que ya no necesitarás
alejarte ni acercarte a nada, ya que todo es perfecto.
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