La
vibración junto a la palabra ejercen un poder incalculable para crear, sanar y
para destruir. Esta teoría indica que cuando la persona enfoca su mente en
algo, y a este algo le suma el sentimiento y la emoción llega a exteriorizar un
poder que afectará aquello en que o quien se ha enfocado.
Hay
una frase que hemos escuchado en muchas oportunidades que debemos prestarle
atención: “lo que le dices a tu semejante, te lo dices a ti mismo”.
Lamentablemente son muchas las personas que no se encuentran en un estado
consciente, de que la energía liberada en cada palabra afecta no sólo a quien
se la dirigimos sino también a nosotros mismos y al mundo que nos rodea, de lo
contrario comenzaríamos a cuidar todo aquello que se dice y piensa.
Ejemplo
de estos viene desde la antigüedad, con los esenios (Los esenios no se limitaban a una sola religión, sino que estudiaban todas para poder extraer de ellas los grandes principios científicos), ellos sabían del enorme poder contenido en la oración, el verbo y la palabra. Los
antiguos alfabetos, como el arameo, el sánscrito y el lenguaje hebreo son
fuentes de poder en sí mismos. Los esenios utilizaron la energía que canaliza
el lenguaje (siendo ésta la manifestación final del pensamiento, la emoción y
el sentimiento) para manifestar la realidad, la calidad de vida que deseaban
experimentar en este mundo. Es importante acotar, que los esenios se consideraban guardianes de las Divinas Enseñanzas. Poseían un gran número de manuscritos muy antiguos, algunos de los cuales databan del inicio de los tiempos.
En las culturas del antiguo oriente eran utilizados los mantras, los rezos, los cánticos y las plegarias con la intención predeterminada para materializar estados internos y reprogramarlos, que por cierto fueron olvidados y actualmente se comienzan a retomar con mayor frecuencia.
En las culturas del antiguo oriente eran utilizados los mantras, los rezos, los cánticos y las plegarias con la intención predeterminada para materializar estados internos y reprogramarlos, que por cierto fueron olvidados y actualmente se comienzan a retomar con mayor frecuencia.
Los
estudios realizados por físicos cuánticos están dando frutos pues se comienzan
a redescubrir y validar el enorme conocimiento olvidado de las antiguas
culturas ancestrales.
Hoy
vemos que recientes investigaciones apuntan como la rusa, que el ADN puede ser
influido y reprogramado por las palabras y frecuencias, sin seccionar ni
reemplazar genes individuales. Durante muchos años se planteaba que solo el 10%
de nuestro ADN se utiliza para construir proteínas, y este pequeño porcentaje del
total que compone el ADN es el que siempre han estudiado los investigadores
occidentales. El otro 90% ha sido considerado “ADN chatarra”.
Sin
embargo los investigadores rusos, decidieron estudiar y explorar ese 90% y los
resultados arrojados les han permitido concluir que nuestro ADN no sólo es
responsable de la construcción de nuestro cuerpo, sino que también sirve como
almacén de información y para la comunicación a toda escala de la biología. Por
su parte, los lingüistas rusos descubrieron que el código genético,
especialmente en el aparente inútil 90% siguen las mismas reglas de todos
nuestros lenguajes humanos.
Estos
especialistas, compararon las reglas de sintaxis (la forma en que se colocan
juntas las palabras para formar frases y oraciones), la semántica (el estudio
del significado del lenguaje) y las reglas gramaticales básicas y así
descubrieron que los alcalinos de nuestro ADN siguen una gramática regular y sí
tienen reglas fijas, tal como nuestros idiomas. Qué les parece?¨
Por
lo tanto, se puede inferir que los lenguajes humanos no aparecieron
coincidencialmente, sino que son un reflejo de nuestro ADN.
El
biólogo y físico molecular ruso Garjajev y sus colegas también exploraron el
comportamiento vibratorio del ADN, detectando que los cromosomas vivos
funcionan como computadoras solitónicas/holográficas usando radiación láser del
ADN endógeno, lo que significa que uno simplemente puede usar palabras y
oraciones del lenguaje humano para influir sobre el ADN o reprogramarlo.
Los Esenios fueron entonces maestros espirituales y religiosos que han sabido desde siempre,
que nuestros cuerpos se puede reprogramar por medio del lenguaje, las palabras
y el pensamiento. Hoy gracias a los rusos se ha probado y explicado científicamente.
La
sorpresa mayor, es que ese 90% chatarra almacena información valiosa, y me
atrevo a afirmar desde mi ignorancia, que almacena información desde el
principio de los tiempos.
Eso
por una parte, por la otra existe una capacidad demostrada en la que la palabra
puede afectar la programación del ADN, la salud podría conservarse
indefinidamente si nos orientamos en pensamientos, sentimientos, emociones y
palabras creativas y, por sobre todo, bien intencionadas.
En
este sentido, podemos mencionar los estudios del Instituto Heart, quienes nos
abren un nuevo panorama hacia la curación, no solo de los humanos enfermos,
sino también para sanación planetaria. El instituto en cuestión cree en la
existencia de lo que ellos llaman Hiper-comunicación, una especie de red
Internet bajo la cual todos los organismos vivos estarían conectados y
comunicados permitiendo la existencia de la llamada conciencia colectiva. Que
gracias al poder de los rezos, oraciones y peticiones, tal como lo han legado
los antiguos esenios potenciado por millares de personas, nos otorgarían un
poder que superaría al de cualquier potencia militar que quisiera imponernos su
voluntad por la fuerza.
Con estas apreciaciones,
todos deberíamos tener claro que existe una clara y evidente conexión entre el
cuerpo-mente, mente-entorno, que nuestros pensamiento-emociones-sentir pueden y
son determinantes para no sólo mantener, influir o reprogramar nuestra vida,
sino también nuestro cuerpo físico y el entorno. Que las palabras tienen
vibraciones que no solo pueden afectar de forma positiva o negativamente a
nuestro cuerpo, sino a todo aquello a que dirigimos nuestra atención, porque la
vibración junto a la palabra ejercen un poder enorme para crear, sanar y para
destruir.
...Meba...
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