El mal, el bien y el amor

La humanidad desde sus orígenes ha tenido la trágica experiencia del mal y ha tratado de descubrir sus raíces y explicar sus causas. El mal de acuerdo a muchos especialistas en la materia, no es una fuerza anónima que actúa en el mundo por mecanismos deterministas e impersonales. El mal pasa por la libertad humana. Precisamente esta facultad, que distingue al hombre de los otros seres vivientes de la tierra. El mal tiene siempre un rostro y un nombre: el rostro y el nombre de los hombres y mujeres que libremente lo eligen.
Al buscar algunos aspectos, se descubre que el mal, en definitiva, es un trágico huir de las exigencias del amor. El bien moral, por el contrario, nace del amor, se manifiesta como amor y se orienta al amor.
Al contemplar la sociedad actual no se puede ignorar la impresionante proliferación de múltiples manifestaciones sociales y políticas del mal: desde el desorden social a la anarquía y a la guerra, desde la injusticia a la violencia y a la supresión del otro. Desde el egoísmo al maltrato a los demás, Desde las murmuraciones a las intrigas y a la creación de conflictos, desde palabras hirientes a las críticas y al irrespeto, desde las tacañerías a las ambiciones desmedidas, desde el odio a los rencores y a la desunión. Desde la envidia a las malas acciones y rivalidades entre los seres humanos.
A razón de esto, es necesario que orientemos el propio camino frente a la opuesta atracción del bien y del mal, el ser humano necesita urgentemente tomar en cuenta el patrimonio común de valores morales recibidos como don de Dios y obrarlos en la realidad. Para aquellos estén decididos a vencer al mal con el bien, escuchen el mensaje de San Pablo el nos invita a “fomentar actitudes nobles y desinteresadas de generosidad y de paz.”
Debemos considerar que el perdón y el buen trato a quienes nos han hecho daño es, ciertamente muy difícil. Pero no imposible. En estos momentos y siempre es conveniente y necesario., lo ordena muy estrictamente, Dios nuestro Señor.
Hay que recordar que seremos perdonados por Altísimo como nosotros perdonemos a nuestros semejantes. Si no estamos dispuestos a esto, no podemos siquiera rezar el Padre Nuestro: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” Sólo Dios en nosotros puede perdonar en nosotros el mal que nosotros preferiríamos vengar. Abraham Lincoln dijo una vez: "La mejor forma de derrotar al enemigo es hacerlo tu amigo." Por tanto, con la ayuda de Dios, amemos a nuestros enemigos, y que Dios bendiga todos sus dones y hacerles bien, rezando por ellos. Igual que Dios, estemos preparados siempre para devolver bien por mal... incluso a nuestros enemigos y dejemos en manos de Él la Justicia Divina.

MEBA




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