Mi amiga María



Hace algún tiempo mantuve una plática con María, una mujer de unos sesenta años, ella vino desde tierras agrícolas, su visita permitió conocer y evaluar su larga vida, para ese entonces su mirada irradiaba mucha tristeza. Cuenta que de adolescente había perdido a su padre, Juan. Su muerte inesperada, y tan devastadora, sembró en ella una serie de emociones. A través de su larga exposición logré sentir y visualizar una serie de escenas y vivencias que desde muy niña no se ha permitido sanar, una vida eso sí, llena de alegrías pero a la vez de muchos temores y sinsabores para un ser tan joven. Poco a poco descubrimos que una de sus más importantes lecciones para la vida actual era aprender a superar esas tragedias y separaciones que generaron en ella aprensiones y emociones que nada favorecen su presente. María, mi gran amiga ha sido deficiente en estos aspectos durante su larga vida, mantiene latente cada experiencia, cada vivencia como castigos divinos; derrumbándose completamente con cada recuerdo y haciendo más difícil la vida de los miembros de su familia. Ella en sus depresiones se aferraba a los recuerdos, generadores de sus temores y ansiedades.

María, ha sido muy golpeada en estos últimos años, recientemente perdió a su esposo y a un hijo, éste víctima de una enfermedad y hoy su corazón se encuentra de luto. Cuenta además que un día estaba tan deprimida, que decidió irse hacia su jardín a podar sus plantas e intentar blanquear su mente; después de un largo rato decidió sentarse bajo el árbol más frondoso; allí escuchaba el sonido de la brisa, y observaba a sus nietos dar vueltas alegremente en los pasajes del jardín. Sin darse cuenta, se quedó dormida. Entre sueños y pensamientos, quedó prendada de ciertas imágenes, que hoy narra emocionada:

A la distancia observé a una pequeña niña, cuyos ojos estaban muy entristecidos e inundados por las lágrimas. En ese instante en que veía a la niña, se le acercó una bella joven de unos veinte años y le preguntó si podía sentarse en su misma banca bajo inmenso árbol. El día era cálido, la joven de traje blanco, tenía en su mano una bebida fría. María dice que asintió de inmediato, pero no pronunció palabra, la joven por el contrario hablaba sin cesar de su educación, de sus padres y hermanos. Recuerda que no dio su nombre al presentarse, pero notó en ella un extraordinario resplandor a su alrededor, que le proporcionaba una peculiar imagen angelical. María sintió que el tiempo se detuvo, en la medida que la joven tocaba con gozo y alegría todas sus experiencias.

Antes de despertarse, cuenta María que sintió en su ser, que mientras más hablaba la joven, más le parecía reconocerla. Finalmente expone, que la joven se levantó y con mucha ternura, puso su mano en su hombro y con una  sonrisa le dijo textualmente, "Sé que estás triste, por favor no lo estés. Ten una vida maravillosa. Disfruta! Nos veremos de nuevo algún día, lo sé".

María sorprendida, dice que a medida que la joven se alejaba caminando lentamente y le daba una despedida final, ella volvió a ver la niña inicial a lo lejos, y allí, se vio a si misma y sintió paz. Después de largas conversaciones, María reconoció que su vida estuvo centrada en su pasado, dejando a un lado su presente.

La experiencia de María, nos muestra que nuestro sufrimiento desmedido por experiencias pasadas o por la ausencia de las personas que amamos, nuestra niña interna sufre sobremanera, y su inmenso amor por nosotros la lleva a mostrarnos esas mismas vivencias bajo otra perspectiva, efectivamente, ella viene a nosotros de maneras misteriosas, nos envían mensajes y nos brindan un extraordinario soporte, basta con abrir los ojos del corazón y sentir su maravillosa presencia.

...MEBA...

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