Des-composición de la humanidad


Cuando hablamos de descomposición de la humanidad, queremos hacerlo desde la perspectiva del maestro Krishnamurti quien expone que existen diversos factores implicados, llamándolo desintegración humana, en este sentido, expone que existen diversas formas en que los hombres se desintegran. Este maestro, contrapone el concepto de Integrar que es unir, completar. Afirmando que si nosotros los humanos, estuviéramos integrados, nuestros pensamientos, sentimientos y acciones serian enteramente una unidad que se mueve en un solo sentido, y que no se contradicen entre sí. Desde esta perspectiva, cada uno de nosotros sería o mejor dicho ES, un SER Humano total, sin conflicto. Lo que implicaría integración total de lo que somos, un SER hermoso y pleno.

Para Krishnamurti, existen muchos factores que llevan a la descomposición de la humanidad. Uno de esos factores es la destacada envidia y cuando se habla de desintegrar, hablamos de desmoronar, despedazar y dispersar lo que debe estar unido por lo que ES. Y la envidia lleva a los seres humanos no solo a desintegrarlos, a desmoronarlos también a auto destruirse. En oportunidades, la envidia, es tan sutil que se le considera, bajo diferentes nombres, como valioso, útil, un elemento digno de estima en la conducta humana. Pero… ¿Saben lo que es la envidia? 
Esta empieza cuando todavía somos muy pequeños: cuando nos sentimos envidiosos de un amiguito que tiene mejor apariencia, que posee cosas mejores o una mejor posición social. La sentimos a través de los celos si otro niño u otra niña les superan en la clase, si tiene padres ricos o si pertenece a una familia más distinguida. Así es como de forma sutil e infantil, la envidia o los celos mismos empiezan a una edad muy temprana, y gradualmente, adoptan la forma de la competencia. Comenzamos a desear y a querer hacer algo que nos distinga, obtener mejores notas, ser mejores atletas que algún otro compañero, a querer superar a los demás, brillar más que ellos. Es una delgada línea que si nos descuidamos arrasa, saquea y destruye.

Veamos más allá. Y prestemos mucha atención, pues a medida que vamos creciendo, la envidia se vuelve más y más fuerte. Tan solo observemos el ahora, el entorno inmediato. El pobre envidia al rico y el rico envidia al más rico. Lo observamos incluso en aquellos que han tenido experiencias y quieren tener más experiencias, y la envidia del escritor que quiere escribir mejor todavía. El deseo mismo de ser mejor, de convertirse en algo meritorio, de tener más de esto o de aquello, ese afán adquisitivo, ese proceso de acumular, de guardar. Si lo profundizamos, veremos que casi todos tenemos el instinto de adquirir, de poseer más y más, más ropas, más casas, más propiedades. Y si no es eso, entonces queremos más experiencias, más conocimiento; deseamos sentir que sabemos más que algún otro, que hemos leído mucho más que otro. Queremos estar más cerca que otros de algún funcionario importante con alta posición en el gobierno, o sentir que espiritualmente, internamente, estamos más evolucionados que los demás; o queremos ser conscientes de que somos humildes, virtuosos, de que podemos explicar cosas que otros no pueden. En fin ¿Qué tan delgada es esta línea?

Que indica ese entorno actual, así, cuanto más hemos adquirido, mayor ha sido nuestra desintegración. Cuanto más propiedades, más fama, más experiencia, más conocimiento acumulado, más rápido se hace nuestro deterioro. Desde el deseo de ser o de adquirir más, brota la enfermedad universal de los celos, de la envidia. ¿No han observado esto en sí mismos y en las personas adultas que les rodean? ¿No han advertido cómo el maestro desea ser profesor y el profesor desea ser el director? ¿O cómo el propio padre o la madre de ustedes desean más propiedades, mayor reputación? ¿Es o no es una muy línea delgada?

En esa lucha por adquirir hasta podemos volvemos crueles. El modo adquisitivo de vida es una batalla constante con nuestro prójimo, con la sociedad, batalla en la que hay un permanente temor; pero justificamos todo esto y aceptamos los celos como inevitables. Pensamos que debemos ser adquisitivos, aunque designemos eso con una palabra que suena mejor: lo llamamos evolución, crecimiento, desarrollo, progreso, y decimos que es algo esencial. De estas reflexiones podemos inferir que en la adquisición sin la debida autoobservación consciente no hay amor. Hay ausencia de verdadero amor, si nos descuidamos podemos traspasar ese delgado e imperceptible límite entre el amor y ausencia de amor; entre el amor y la envidia.

Veamos, muy pocos estamos conscientes de esto; no nos damos cuenta de que somos codiciosos, adquisitivos, de que nuestros corazones se hallan devorados por la envidia, de que nuestras mentes se están deteriorando. Y cuando por un breve instante tomamos conciencia de esto, lo justificamos o decimos meramente que está mal o tratamos de escapar de ello de diversas maneras. Será, qué forma parte de un patrón condicionado por la sociedad. Una formación/educación condicionada.. Y Cuál es el objetivo, si es así.

Lo que siento, es que la envidia es una cosa muy difícil de revelar o descubrir en uno mismo, porque en nuestra sociedad y en nuestra mente el centro es la envidia, veámoslo de esta forma, la mente misma es envidiosa. Debido a que la propia estructura de la mente está edificada, cimentada sobre la adquisición misma. Si observamos nuestros pensamientos, el modo como pensamos, veremos que lo que llamamos pensar, es generalmente un proceso de comparación: "Yo puedo explicarme mejor, tengo un conocimiento mayor, más sabiduría". Pensar en términos del "más" es la operación de la mente adquisitiva, es su modo de existencia.

Si no pensamos en términos del "más", encontraremos que es extremadamente difícil pensar en absoluto. La persecución del "más" es el movimiento comparativo del pensar, el cual crea el tiempo: tiempo para llegar a ser "alguien"; ése es el proceso sutil de la envidia, de la adquisición. Pensando comparativamente, la mente dice: "Soy esto, y algún día seré aquello"; "Soy feo, pero seré hermoso en el futuro".

De modo que el afán adquisitivo, la envidia, el pensar comparativo produce descontento, inquietud, incluso ansiedad; y nuestra reacción a eso, quiere decir, que debemos estar satisfechos con nuestra suerte, que debemos contentamos con lo que tenemos, estar inquietos, ansiosos y descontentos, siempre aspirando al más y más. Eso es lo que dicen las personas que se encuentran “y que” en la parte superior de la escalera. 

Al contrario de esto, cuando hay presencia total de amor, propio y ajeno, cuando hay aceptación de quienes somos, no hay cabida a la envidia, porque nuestros pensamientos fluyen en armonía con el todo, ese todo, que nos pertenece por tan solo SER quienes somos. Esa sensación/sentir, nos permite recorrer la escalera con plena armonía con ese maravilloso todo que es la unidad, nos permite enlazarnos unos con otros en sinfonía perfecta hacia la verdadera esencia de vivir en el aquí y ahora, en donde cada circunstancia buena o mala son oportunidades valiosas para crecer en amor, si, en amor incondicional. Que parte de Uno, generar esas maravillosas ondas mágicas de conexión expandidas.

Definitivamente y desde mi propio sentir, el significado final de la vida es el amor, no es el odio ni la envidia. La vida, en realidad es muy sencilla; cada pensamiento está creando nuestro futuro, y donde lo que damos nos es devuelto con creces. La vida en amor significa, una constante correspondencia/coherencia inquebrantable con la mente y los sentimientos, que se asocian continuamente con los valores y la fortaleza del SER, por lo que una filosofía de vida que se atreva a ello, se sitúa más allá del bien y el mal, tal y como nos dice Nietzsche. La fuerza más poderosa que se halla detrás de la creación, se da como una primacía al principio creador de dar y recibir. Alejado de toda envidia, desarrollando nuestro potencial de SER Humano (entendido como compasivo, misericordioso, bienhechor, sensible, generoso) y cultivando nuestras virtudes, conforme a la moderación de todo lo que es.

Al, honrar el concepto de integrar que es componer nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, que forjen la unidad movida en un solo sentido, y sin contradicciones. Co-Creando el SER hermoso y pleno que si somos. Honrar este concepto, contrapone la des-composición de  la Humanidad.

...Meba...

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