El Maestro y su Discípulo



El maestro le dice al discípulo: "Ve a pasearte por el cementerio e insulta a los muertos; escucha bien lo que te responsan y luego ven a darme un informe".

El nuevo discípulo, obedeciendo, va al cementerio y comienza a caminar entre las tumbas profiriendo horrores.

Nunca los muertos de un cementerio habían escuchado algo parecido. Pronto, habiéndose acabado la inspiración, se detiene para escuchar la respuesta: Nada.

De regreso donde su maestro, tuvo que confesar que sus insultos no habían provocado ningún efecto, los muertos no habían reaccionado. "Ah, dice el Maestro, quizás pensaron que tus insultos no merecían respuesta. Vas a volver al cementerio, pero esta vez deberás elogiarlos. Seguramente te responderán".

El hombre regresa al cementerio, cambia de tono y les pronuncia a los muertos los discursos más alabadores. Pero de nuevo: Nada, silencio…

Verdaderamente muy desilusionado, y sintiéndose culpable de no haber sido lo suficientemente elocuente, el joven hombre regresa donde su maestro: "Con eso, tampoco reaccionaron", dice. El Maestro lo mira sonriendo y le responde: "Bien, aprende que debes actuar como ellos: si te critican o si te alaban, no debe afectarte, no respondas".

Aja…. Interesante el cuento del maestro y su discípulo.

Puede, que al momento de buscar la esencia de nuestro Ser, nos encontremos un niño perdido, abandonado, solo, indefenso, golpeado, muy etiquetado, atrapado o con el corazón pendiendo de un hilo, huérfano de afecto, anhelante de amor.

Ante tales emociones, arremetemos contra los afectos inmediatos, insultamos, gritamos, o hacemos como el estudiante proferimos horrores sin pensar que ellos hicieron lo que pudieron con las herramientas disponibles.

Al meditarlo un poco más, muy en el fondo nuestros ancestros o las personas encargadas de nuestro cuidado, fueron objeto de los mismos eventos, estaban equipados con el mismo software… un software antiguo… Y por más que pataleemos, pateemos se encontrarán al final, un gran silencio. Y por más que alabemos y endulcemos la situación, también queda un gran silencio infinito. Un silencio, un vacío si seguimos atados a lo ya vivido.

Si hablamos de maestros y discípulos, en nuestras vivencias/experiencias tenemos momentos en que somos maestros de alguien de algo, en otros momentos solo somos discípulos y nos toca aprender y seguir para SER.

Ante esta corta reflexión… si buscas tú esencia, es momento de soltar las ataduras, tienes herramientas maravillosas, revístete de amor y paciencia, que la compasión te arrope y permítete que esa Esencia Pura que ya eres, te indique el camino.

...Meba..

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