Ciertamente es una pregunta intrigante y compleja. Un gran porcentaje de las personas se pasan la mayor parte de su vida sintiéndose ofendidas por lo que alguien les hizo y reaccionan de manera desproporcionada ante las palabras o acciones de otras personas, incluso cuando, en retrospectiva, no debería sentirse tan ofendido.
Aquí hay algunas razones que pueden explicar por qué nos sentimos ofendidos:
Heridas de la infancia: Nuestras experiencias tempranas pueden dejarnos heridas emocionales. Cuando alguien toca esas heridas sin sanar, los recuerdos dolorosos resurgen y magnifican la situación actual. No nos ofende tanto lo que nos dicen, sino lo que despiertan en nuestro recuerdo.
Baja autoestima: Si nuestra autoestima no es sólida, somos más propensos a sentirnos ofendidos. Tratamos de proteger una imagen frágil de nosotros mismos, temiendo que otros nos perciban como inferiores.
Rigidez mental: La inflexibilidad cognitiva o el pensamiento dicotómico también pueden llevarnos a sentirnos ofendidos. Quienes creen que los demás deben actuar de cierta manera pueden malinterpretar cualquier comentario que se salga de sus expectativas.
Percepción errónea: A veces, nuestra percepción de una ofensa es errónea. Interpretamos mal las intenciones de los demás o magnificamos situaciones que, en realidad, no tienen tanta importancia.
Amenaza a la dignidad o autoestima: Cuando nos sentimos ofendidos, percibimos una amenaza a nuestra dignidad o autoestima. Quizás esto puede basarse en nuestras creencias personales y valores, lo que hace que la ofensa sea aún más personal.
Lo cierto es, que las expectativas las crea uno mismo con sus propios pensamientos. Pensamientos que quizás no son reales. Son imaginarios. Si por ejemplo, tú esperabas que tu papá o tu mamá te dieran más amor y no te lo dieron, no tienes por qué sentirte ofendido. ¡Recuerda! Son tus expectativas lo que un padre o una madre ideal debió de hacer contigo. Eso que piensas es lo que te está lastimando.
Si esperabas que tu pareja reaccionara de tal o cual forma y no lo hizo... Tu pareja no te ha hecho nada. Es la diferencia entre las atenciones que esperabas tuviera contigo y las que realmente tuvo, las que te hieren. Nuevamente, eso está en tu imaginación.
¿Estas enojado con Dios? Son tus creencias de lo que debería hacer Dios, las que te lastiman. Dios jamás ofende ni daña a nadie.
Un hábito requiere de todas sus partes para funcionar. Si pierde una, el hábito se desarma.
Segundo, la otra persona se ofende porque no la aceptaste como es. Lo que se convierte en un círculo vicioso. todas las personas tienen el derecho divino de guiar su vida como les plazca. En algún momento aprenderán de sus errores por sí mismos. Hay que aprender a dejarlos ser, nadie nos pertenece.
Es importante entender, nadie nos ofende. Son nuestras expectativas, nuestras ideas acerca de cómo deberían actuar las personas y Dios, las que te hieren. Puede que estas ideas son producto de una máscara social, que aprendiste en la infancia de forma inconsciente.
Ahora bien, es cierto que nuestras expectativas a menudo se forman en la intersección de la realidad y nuestra imaginación. A veces, esperamos que las personas nos traten de cierta manera o que cumplan con un ideal que hemos construido en nuestra mente. Sin embargo, cuando esas expectativas no se cumplen, puede ser doloroso.
Aquí hay algunas reflexiones sobre las expectativas:
- Orígenes de las Expectativas:
- Las expectativas a menudo se basan en nuestras experiencias pasadas, nuestras creencias presentes y nuestras necesidades emocionales. A veces, estas expectativas son realistas y otras veces son idealizadas.
- En el ejemplo anterior, sobre esperar más amor de los padres es comprensible. Sin embargo, es importante recordar que todos somos humanos y tenemos nuestras propias limitaciones y heridas pasadas.
- El Papel de la Comunicación:
- La comunicación abierta y honesta es clave para manejar las expectativas. A veces, simplemente expresar cómo nos sentimos y qué esperamos, puede ayudar a evitar malentendidos.
- Si sientes que tus padres no te dieron suficiente amor, o incluso cuando lo sientes con tu pareja, considera hablar con ellos al respecto. A veces, pueden no ser conscientes de cómo te sientes.
- Aceptar la Realidad:
- Aceptar que las personas no siempre cumplirán con nuestras expectativas es parte del crecimiento emocional. No todos pueden ser el padre o la madre ideal que imaginamos; o el esposo o esposa ideal. Habla, expresa lo que sientes, acepta y decide.
- Reconocer que las personas tienen sus propias luchas y limitaciones nos ayuda a liberarnos de la carga de las expectativas no cumplidas.
- Recuerda la perfección no existe. Ni el padre, madre, amigo, pareja perfectos. Es un concepto creado por la mente humana que a un nivel intelectual puedes comprender, pero en la realidad no existe.
- Nadie nos pertenece. Ni los padres, ni amigos, ni parejas. Todos formamos parte del engranaje de la naturaleza. Dejemos fluir las cosas sin resistirnos a ellas. Vivir y dejar vivir.
- Las personas son como un río caudaloso. Cualquier intento de atraparlos te puede lastimar. Hay que aprender a amarlas, disfrutarlas y dejarlas ir.
- Cuidado Personal:
- En lugar de sentirte ofendido, busca maneras de cuidarte a ti mismo. Encuentra apoyo en amigos, terapeutas o actividad es que te hagan sentir amado y valorado.
- Recuerda que tu valía no depende exclusivamente de las expectativas que tenías sobre tus padres. Eres valioso tal como eres.
- Imagina a esa persona que te ofendió en el pasado. Imagina que ambos están sentados cómodamente. Dile porque te ofendió. Escucha su explicación amorosa de por qué lo hizo. Y perdónala. Si un ser querido no está en este mundo, utiliza esta dinámica para decirle lo que quieres. Escucha su respuesta. Y dile adios, Te dará una enorme paz.
En resumen, las expectativas pueden ser poderosas, pero también pueden ser una fuente de sufrimiento. Aprender a manejarlas y a cuidarnos a nosotros mismos es fundamental para nuestro bienestar emocional.
El objetivo no es permitir que nos falten al respeto o nos dañen, pero también debemos ser conscientes de nuestras reacciones y considerar si la ofensa es genuina o simplemente una percepción distorsionada. A veces, elegir no sentirnos ofendidos es un acto de autocompasión y sabiduría.
Bibliografía
La mente es maravillosa
Psicologística
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