Resumen del libro: Piense y hágase rico. De Napoleón Hill (Parte 3)


Evite el fracaso: el autoanálisis

La mayor tragedia de la vida es la de los hombres y mujeres que se empeñan en fracasar. La mayoría abrumadora de las personas fracasan, de modo que debe conocer cuáles son las causas del fracaso y saber cuáles de ellas se interponen entre usted y el éxito. Entre las causas más frecuentes de fracaso están:

-    Las biológicas y familiares, como antecedentes hereditarios desfavorables, la mala salud, una formación deficiente, las influencias ambientales desfavorables desde la niñez y la posesión de poder que no haya sido adquirido mediante el propio esfuerzo y la falta de capital.

-   Junto a ellas pueden aflorar otras como la falta de propósito definido en la vida, la falta de ambición para elevarse por encima de la mediocridad, la carencia de autodisciplina, la dilación, la falta de perseverancia y de entusiasmo, la personalidad negativa, la inmoderación y la intolerancia.

-    Además, algunas decisiones pueden acarrear el fracaso. Entre ellas están la selección errónea de la pareja y de los socios en los negocios, el gasto indiscriminado, la incapacidad de cooperar con los demás y la elección errónea de su profesión.

-   Otros hábitos y actitudes dañinas son la falta de control del impulso sexual, el deseo de conseguir algo por nada, el miedo y la precaución excesiva, la falta de honradez, el egoísmo y la vanidad y la costumbre de adivinar en vez de pensar.

Para evitar el fracaso es fundamental que conozca su valía y que esté al tanto de sus progresos o retrocesos mediante un inventario personal. Para elaborar este inventario puede recurrir a un cuestionario que le permitirá elaborar o reelaborar su plan práctico. Las cuatro primeras preguntas son si ha alcanzado el objetivo que se propuso, si ha ofrecido sus servicios de forma suficiente o podría haberlo hecho mejor (¿compraría sus propios productos o servicios?), si ha dado todo de lo que era capaz y si le gusta su trabajo. En cuanto a su relación con los demás, ¿ha sido armonioso y cooperativo? ¿Ha sido egoísta o injusto? ¿Ha inducido a sus colaboradores a respetarle?

A continuación, llegan las preguntas sobre la dilación (si la habido, ¿cómo y en qué medida?), la constancia, la toma de decisiones rápida y definitiva, el miedo, la prudencia excesiva, el desperdicio de energía por falta de concentración y la actitud abierta y tolerante o no. En definitiva, ¿podría afirmar que ha mejorado su personalidad? Y en cuanto a sus hábitos concretos de vida y de trabajo, debe preguntarse si ha mejorado su capacidad de trabajo, si ha tomado decisiones basándose en análisis o en conjeturas, si administra su tiempo y su dinero de forma conservadora y si ha trabajado más y mejor de lo que le exige su salario. El resultado es una evaluación final que le permita medir su grado de éxito.

Al primer cuestionario debe añadir otro que también le ayudará a conocerse a sí mismo mejor que la mayoría de las personas. Debe responder con total honradez, ya que el cuestionario debe revisarse una vez a la semana durante cinco meses. En primer lugar, ¿suele quejarse de sentirse mal? Si es así, ¿cuál es la causa? ¿Encuentra defectos en las otras personas a la menor provocación? ¿Comete con frecuencia errores en su trabajo? ¿Se muestra sarcástico y ofensivo? ¿Le parece que lleva una vida inútil y carece de esperanza de futuro?

Pregúntese a continuación si su aspecto personal es descuidado y si se considera débil o temeroso. También si posee fuerzas espirituales que le permitan librar a su mente de esos temores. Piense en su día a día y calcule el tiempo que dedica a su trabajo, a dormir, a divertirse y relajarse, a adquirir conocimientos útiles y a malgastar el tiempo. Por otra parte, debe preguntarse si se compadece de sí mismo y por qué, y si siente envidia. Igualmente, ¿dedica la mayor parte de su tiempo a pensar en el éxito o en el fracaso? Y ¿se muestra ahora más o menos confiado en sí mismo que antes?

En cuanto a las otras personas, ¿permite que alguien le preocupe?, ¿quién le inspira más? Y ¿quién y cómo le fastidia? También debe preguntarse si dispone de algún método para protegerse contra la influencia negativa de los demás y si se deja influir fácilmente por otros. ¿Podría ser que su mejor amigo sea en realidad su peor enemigo debido a su influencia negativa? Piense quién le estimula, le previene y le desanima más, si sus mejores amigos son mentalmente superiores o inferiores a usted y si su presencia es negativa para los demás. Asimismo, pregúntese si anima a otras personas a exponerle sus preocupaciones, si valora a los demás por su estatus, y mencione a la persona más eminente que viva en la actualidad. ¿En qué aspecto es superior a usted?

Varias de estas preguntas se dirigen hacia un mal extendido que denomino susceptibilidad a las influencias negativas y que es un terreno abonado para el fracaso. Tenga en cuenta que este mal es especialmente difícil de dominar porque suele golpear cuando usted no es consciente de su presencia. Además, su arma es intangible porque consiste simplemente en un estado mental. El mejor remedio para protegerse es reconocer que todos somos susceptibles a las sugerencias que cuadran con nuestras debilidades, para a continuación buscar deliberadamente personas que influyan en que pensemos y actuemos por nosotros mismos. Por tanto, cite sus tres debilidades más nocivas y pregúntese qué hace para corregirlas.

Por último, ¿cuál es su mayor preocupación? (y ¿por qué la tolera?). También piense si afronta directamente las circunstancias que le hacen desgraciado. ¿Bebe, fuma o consume narcóticos para tranquilizarse? Si es así, pregúntese por qué no usa la fuerza de voluntad en su lugar. El cuestionario finaliza con la pregunta “¿cuánto tiempo ha dedicado a estudiar y contestar a todas estas preguntas?”. Se necesita al menos un día para analizarlo y responder a todas las preguntas de la lista.

El objetivo del inventario es eliminar a los tres mayores enemigos del éxito, que son la indecisión, la duda y el temor. Estos tres elementos se encuentran íntimamente relacionados y pueden germinar y crecer sin ser detectados. Los cuestionarios anteriores sirven para analizarlos y eliminarlos por medio del autoconocimiento. Sin embargo, también debemos conocer bien a nuestros enemigos para poder dominarlos. Es el caso de los seis temores básicos, cuyas causas debemos conocer para proceder a su cura. Recuerde que si todo pensamiento tiene una tendencia a transformarse en su equivalente físico, los temores pueden traducirse en pérdida de valor y de ganancias.

-     El primer temor básico es a la pobreza. Pobreza y riqueza son caminos incompatibles entre sí porque el miedo a la pobreza paraliza la facultad de razonamiento, destruye la imaginación y la confianza en uno mismo y socava el entusiasmo y la iniciativa. También conduce a la incertidumbre, estimula la dilación e imposibilita el autocontrol. Por último, mata el amor y desanima la amistad. Es sin duda el temor más destructivo, y por tanto requiere un análisis de sus síntomas, que son la indiferencia (falta de ambición), la indecisión (mantenerse al margen), la duda, la preocupación excesiva y la dilación. En vez de esperar la pobreza, debemos exigir y exigirnos la riqueza y relacionarnos con aquellos que piensen así.

-   El temor a la crítica es algo secular. La crítica ha acarreado y acarrea en algunos países castigos severos. La crítica priva al hombre de iniciativa, destruye su imaginación y le arrebata su confianza en sí mismo. Los padres, con sus tremendas profecías como “acabarás en la cárcel” y los jefes son fuentes importantes de este temor, que se manifiesta por medio de la timidez, la falta de personalidad, el complejo de inferioridad, la extravagancia y la falta de iniciativa y de ambición.

    El temor a la enfermedad tiene sus orígenes en la herencia física y social y está estrechamente asociado a las causas del temor a la vejez y a la muerte. Un destacado médico estimó que el 75% de los pacientes sufre de hipocondría. Las desilusiones en los negocios y en el amor se encuentran a la cabeza de las causas inmediatas de temor a la enfermedad. La autosugestión negativa, al punto de disfrutar de la enfermedad, así como la mencionada hipocondría, la falta de ejercicio, la susceptibilidad, la auto indulgencia y la falta de moderación son sus principales síntomas.

-    El temor a la pérdida del amor surge del hábito del hombre polígamo de robarle la compañera a su semejante. Es el temor que quizá cause más daño al cuerpo y a la mente, y afecta más a las mujeres que a los hombres porque los hombres son polígamos por naturaleza. Sus síntomas son los celos, el hábito de descubrir imperfecciones en los demás, y jugar, robar y engañar y correr riesgos. Esto puede provocar despilfarro económico y a la postre falta de autocontrol y mal carácter. Contra esto, debemos saber que podemos salir adelante sin amor.

-    El temor a la vejez surge porque la vejez puede traer consigo la pobreza. La posibilidad de mala salud contribuye asimismo a este temor. Los síntomas más comunes de este temor son la tendencia a reducir la actividad y a desarrollar complejo de inferioridad en la madurez y hablar de uno mismo como pidiendo disculpas por ser viejo, en vez de expresar gratitud por haber alcanzado la edad de la sabiduría y la comprensión. Este miedo mata la iniciativa, la imaginación y la confianza en nosotros mismos porque creemos falsamente que somos demasiado viejos para ejercer esas cualidades.

-   El temor a la muerte es para algunos el más cruel de todos. La razón resulta evidente. Para contrarrestarlo, debemos pensar que en el mundo sólo hay dos cosas, energía y material. Si algo es la vida, es energía. Si es imposible destruir la energía, tampoco se puede destruir la vida. Incluso si la muerte no fuera un cambio, sino un sueño eterno, el sueño no es algo que haya que temer. En todo caso, es un cambio inevitable de debemos aceptar.

Todos estos temores crean un estado de ánimo caracterizado por la preocupación. Por tanto, debemos poner en práctica los consejos mencionados más arriba para enfrentarnos a cada uno de los temores básicos tomando la decisión de que no hay nada en la vida por lo que valga la pena preocuparse. Con esta decisión alcanzará serenidad, paz mental y claridad de pensamiento, todo lo cual le producirá felicidad.

Conclusión

La única cosa sobre la que usted tiene control absoluto es su pensamiento. Es el único medio que posee para controlar su destino. Por tanto, debe aprender a orientar su mente para que dé la espalda a la duda y la negatividad. Por desgracia, la mayoría de las personas, las que no alcanzan el éxito, conocen todas las razones que explican el fracaso y disponen de una lista inmensa de justificaciones para explicar su falta de logros. El propósito de este libro es que usted se vea como es en realidad, descubra sus errores y se corrija comenzando por lo que desea. Esto le permitirá crear hábitos que le ayudarán a desarrollar la perseverancia y la fuerza de voluntad necesarias para lograr el éxito económico y personal.

Esto es así porque los pensamientos combinados con emociones constituyen una fuerza magnética que atrae otros pensamientos similares o relacionados. Así como el viento arrastra una nave hacia el este y el oeste, usted será elevado o hundido por la ley de la autogestión, que formulada en términos positivos es la siguiente: Si piensas que eres superior, lo eres. Has tenido que pensar en alto para ascender. Has tenido que estar seguro de ti mismo antes de ganar algún premio. Las batallas de la vida no siempre favorecen al hombre más fuerte o al más rápido, pero tarde o temprano el hombre que gana es el hombre que puede.[1]

La Llama Maestra para el éxito

https://youtu.be/kkr45u-ekSo

Trece mensajes:
1. Definición de propósito
2. El principio de la mente maestra
3. Dando el extra. (CCAM) Calidad de servicio más la Cantidad de servicio más la Actitud Mental.
4. La Fe aplicada
5. Una personalidad agradable
6. Autodisciplina.
7. Una actitud mental positiva
8. Entusiasmo.
9. Iniciativa personal.
10. Aprender de la adversidad.
11. Visión e Imaginación Creativa.
12. Pensamiento preciso: razonamiento inductivo, razonamiento deductivo.
13. La fuerza del hábito cósmico.

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