Había un pájaro que vivía en el desierto; muy enfermo, sin plumas, nada para comer, beber
y sin refugio para vivir; maldiciendo su vida, día y noche.
Un día, un Ángel estaba cruzando desde ese desierto, y el pájaro detuvo al Ángel y preguntó:
– ¿A dónde vas?
El ángel respondió:
– Voy a encontrarme con Dios.
Entonces, el pájaro le pidió al ángel que, por favor, le preguntase a Dios cuándo terminaría su sufrimiento.
El ángel le dijo:
– ¡Por supuesto, lo haré!
Y el ángel se despidió del pájaro. Al encontrarse con Dios, el ángel le compartió el mensaje del pájaro. El ángel le contó su patética condición y preguntó cuándo terminaría su sufrimiento.
Dios respondió:
– Durante lo que le queda de vida, el pájaro no tendrá felicidad…
El ángel le respondió que cuando el pájaro oyera esto, se desanimaría. Entonces, le preguntó si podría sugerir alguna solución para esto.
Dios le respondió:
– Dile que ore de esta manera: “Gracias Dios por todo”. El ángel volvió hasta al pájaro y le entregó el mensaje de Dios.
Una semana después, el ángel pasó de nuevo por el mismo camino y vio que el pájaro estaba muy feliz. Las plumas habían crecido en su cuerpo, una pequeña planta creció en la zona desértica, un pequeño estanque de agua también estaba allí, y el pájaro estaba cantando ya bailando alegremente.
El ángel estaba asombrado de cómo sucedió esto porque recordó que Dios dijo que por lo que le quedaba de vida, no habría felicidad para el pájaro. Con esa inquietud en mente, fue a visitar a Dios de nuevo.
El ángel preguntó y Dios respondió:
– Sí, no habría felicidad para el pájaro, pero todo cambió debido a que el pájaro está orando diariamente “Gracias a Dios por todo” , ante cada situación.
Cuando el pájaro caía sobre la arena caliente, decía “gracias a Dios por todo“.
Cuando no podía volar, repetía “gracias a Dios por todo“, así que sea cual sea la situación, el pájaro siguió repitiendo “Gracias a Dios por todo” y por lo tanto cambió lo que le quedaba de vida”.
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